Cada día los escritores nos encontramos ante una página en blanco que puede ser todo o nada, que puede pasar por una inmensa variedad de grises y en la que inicialmente sólo vemos una barra vertical que parpadea sobre un lienzo blanco, esperando a que nuestros dedos sobre las teclas comiencen a crear palabras, frases, historias y sueños.
Pero antes de llegar a ese momento y para poder superarlo sin bloquearnos, podemos utilizar algunos secretos para disparar nuestra creatividad de escritores.
Observa todo lo que hay a tu alrededor.
Todo escritor debe ser un buen observador, mirar a las cosas y a las personas de forma diferente, mirar al cielo, ver la historia que puede existir tras una mirada en el metro, en el autobús, en la calle.
Siéntate en un bar, en un parque y observa a la gente que pasa, cómo se mueven, qué dicen, que te sugieren. Podemos crear historias fijándonos en esa pareja sentada frente a dos cafés, que no se mira ni se habla, absortos en sus móviles. ¿Qué les ocurre? ¿Cómo es su vida?
En mi caso, muchas veces observo a las personas en el supermercado, en la calle, en un bar y pienso en sus vidas y en lo que puede estar pasando por su mente.
Lleva una libreta y un bolígrafo a todas partes.
Aunque parezca obvio, es muy importante que siempre que se te ocurra una idea, escuches algo que te inspire o vivas una situación que te sugiera una historia, puedas anotarlo. Por eso es fundamental llevar siempre un bolígrafo y una libreta a todas partes.
Incluso cuando dormimos y nos despertamos de madrugada con una idea, es bueno tener una libreta junto a la cama para poder apuntar. A lo mejor al día siguiente lo que nos parecía brillante nos parece una porquería, o quizás parezca un delirio pero puede ser una buena idea.
A pesar de todo, yo misma, no siempre sigo este consejo, y muchas veces me he encontrado pidiendo bolígrafos a otras personas y escribiendo en un ticket de la compra, pero al menos he logrado plasmar la idea que me rondaba la cabeza.
Prueba la escritura automática.
Ponte delante de un documento en blanco y teclea durante diez minutos. No pienses, no corrijas, no vuelvas la vista atrás, simplemente escribe. Es una forma de soltar las riendas de nuestra imaginación y dejar salir pensamientos, uno detrás de otro, sin orden.
A veces borrarás todo y otras podrán surgir ideas para crear historias, pero no dejes de escribir.
La escritura automática como disparador de ideas me encanta. La he probado muchas veces y me gustan mucho las ideas delirantes que surgen, porque curiosamente son tan locas que en ocasiones tienen sentido.
Haz cosas diferentes.
Por lo general, tendemos a escuchar la misma música, ver el mismo tipo de películas, estar con las mismas personas, pero puede ser una buena idea para potenciar la imaginación hacer cosas que nunca hemos hecho. En lugar de escuchar rock escucha jazz, si te gusta el cine americano, vete a ver una película coreana en versión original.
Y, lo más importante para exprimir tu creatividad, rodéate de personas creativas, acude a cursos, a mesas redondas, clubs de escritura, presentaciones de libros, y habla con la gente, empápate de ideas nuevas y originales, ideas que te inspiren.
Para mí, acudir a un curso de escritura creativa ha significado sobre todo rodearme de personas con las que me siento muy identificada y que me han enseñado muchísimo. Además de acudir al curso, asistimos a todo tipo de eventos de escritura y literatura: la noche de los libros, la feria del libro, mesas redondas sobre temas literarios y, sobre todo, tertulias literarias con mojitos (esa es nuestra «actividad extraescolar» por excelencia).
Colabora y busca opiniones.
Muchas veces el hecho de colaborar con otra persona para escribir algo, nos empuja y nos ayuda a seguir adelante, a adquirir un compromiso y cumplir con nuestra palabra. Por ejemplo, puedes acordar con un amigo escritor escribir algo cada semana (un relato, una poesía) y opinar sobre lo que habéis escrito.
Las opiniones y las críticas son algo que puede dar miedo o imponer mucho respeto, pero son necesarias para mejorar y aprender. A veces, de tanto leer nuestros textos, llega un momento en que perdemos totalmente la objetividad y no somos capaces de ver ni lo bueno ni lo malo. Por eso es tan recomendable que otras personas lean lo que escribimos. No es necesario que todos sean escritores, porque nuestro público puede ser muy distinto y podemos aprender de todos los lectores.
Es imposible que lo que escribes le guste a todo el mundo, pero eso no importa, lo que es fundamental es que aprendas. Y, por cierto, la opinión de tu madre no suele ser muy objetiva cuando te dice: “¡Hijo, qué bonito!”.
Cuando empiezas a escribir y a relacionarte con personas que escriben, las colaboraciones y las opiniones surgen solas de forma natural, por eso es importante buscar a personas afines.
Lee sin parar.
Como decía Borges:
“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído.”