Mis cinco relatos favoritos

Cielo relatos

 

Durante los últimos años he leído muchos relatos, de escritores muy distintos. Pero el denominador común es que de los cinco relatos que elijo como mis favoritos hasta el momento, he aprendido cosas muy diferentes, que me han ayudado después a utilizar algunas técnicas en mis relatos. Esta es mi selección:

1.- En el cementerio donde está enterrado Al Jonson – Amy Hempel

Se trata de un relato sobrecogedor y lleno de ternura, con el que ríes y lloras. Amy Hempel es una de las escritoras que se leen en el taller de Escritura Peligrosa de Tom Spambauer y este relato, tiene todos los elementos de la escritura peligrosa: los caballos, la lengua quemada, el registro del ángel, escribir con la piel.

Lo que más me gusta de este relato es que a pesar de lo dura que es la historia que cuenta, te llegas a reír, porque alterna muy bien lo trágico y lo cómico. Y el final, con la historia de la chimpancé es sobrecogedor.

2.- La costa en el crepúsculo – Ray Bradbury

Es difícil elegir un relato de Ray Bradbury, porque tiene muchos relatos preciosos, inquietantes, muy adelantados a su tiempo a veces. Pero este, en especial, tiene una de las descripciones más bonitas que he leído:

“EI rostro de la mujer era una escultura de arena blanca, con unas pocas gotas de agua brillante, como una llovizna de verano sobre una rosa amarilla. Era el rostro de la luna, pálida a la luz del día, e increíble en el cielo azul. Era un mármol lechoso, levemente violáceo en las sienes. Los parpados cerrados tenían un débil color de acuarela, como si los ojos miraran a través del frágil tejido y vieran a los hombres que estaban allí mirándola y mirándola. La boca era una pálida rosa marina cerrada sobre sí misma. Y el cuello era delgado y blanco, y los pechos eran pequeños y blancos, cubiertos, descubiertos, cubiertos, descubiertos por el movimiento del agua, el agua que subía y se retiraba, subía y se retiraba. Y las puntas de los pechos eran rosadas, y el cuerpo era de un blanco sorprendente, casi como una luz, un rayo blanco verdoso en la arena. Y cuando el agua la envolvía, la piel resplandecía como la superficie de una perla.”

Me parece magistral como utiliza los adjetivos sin que sobre nada y como con las palabras logra hacernos sentir y ver el movimiento de las olas.

3.- En lo alto para siempre – David Foster Wallace

Foster Wallace, en uno de los libros de relatos más delirante que me he leído “Entrevistas breves con hombres repulsivos”, incluye un relato bastante desconcertante “En lo alto para siempre”. Se trata de una escena en la que un chico, sube al trampolín en una piscina pública. Pero esa simple escena narrada por Foster Wallace, te hace oler el cloro de la piscina, ver la luz reflejada sobre el agua, sentir el atardecer en las montañas “sobre el fondo rojo sus picos afilados y conectados trazan una línea serrada, el electrocardiograma del día que agoniza”.

Pero lo más interesante, es que Foster Wallace utiliza esa escena de la piscina, como un símbolo, porque realmente de lo que está hablando es del paso a la adolescencia y lo hace de una forma tan original, que el final del relato es desconcertante.

4.- Colinas como elefantes blancos – Ernest Hemingway

Se trata de una conversación entre un hombre y una mujer que encierra muchas cosas. Es un relato cargado de símbolos y de historias que se deducen de una simple conversación: un aborto, una vida o una relación que pueden cambiar, el miedo al cambio, la sensación de pérdida, la necesidad de satisfacer al otro o de lograr la aprobación… Se hacen entrever muchos sentimientos y muchas situaciones a través de unas simples palabras. Se habla de una cosa, pero se insinúan mil cosas.

5.- Instrucciones para dar cuerda a un reloj – Julio Cortázar

En realidad no se trata de un relato, sino de una preciosa descripción que es una metáfora del paso del tiempo, del miedo a la muerte. El escrito comienza con un Preámbulo, que contiene una preciosa frase: “Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño universo florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire”. Es muy bonito cómo combina términos antagónicos “cadena de rosas” y “calabozo de aire”, para simbolizar la esclavitud que supone el tiempo.

Las Instrucciones para dar cuerda a un reloj, comienzan con una frase certera: “Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo”. Con esa frase Cortázar consigue atraparte y que sigas leyendo una preciosa reflexión sobre el paso del tiempo, sobre las oportunidades que dejamos escapar y sobre la fugacidad de la vida.

Foto: Ryan McGuire

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